miércoles, 21 de abril de 2010

Las mujeres que manejan bondis



CRÓNICA PUBLICADA EN EL DIARIO CRITICA

NAHUEL GALLOTTA


-Che, ¿tengo buen seguro si me subo a tu bondi? –le dijo un pasajero a Bety en uno de sus primeros recorridos al volante de un Puma D12 con motor Deutz. La broma machista no fue lo peor que le pasó: otros subían al colectivo y cuando veían una conductora mujer bajaban y esperaban el de atrás.

Bety es una de las 22 choferes del Grupo Plaza, la única empresa de Buenos Aires que contrata mujeres.

Lleva las uñas pintadas, los ojos delineados y las pestañas bien arqueadas con rímel. Usa uniforme: camisa gris de manga larga, corbata azul. Pone punto muerto, acomoda el retrovisor y sube a las tres primeras pasajeras de la tarde. Abajo, un travesti de Puente La Noria la mira extrañado. Acaba de iniciar su ronda de tres vueltas diarias arriba del bondi, un servicio semirrápido de la línea 141, ramal Villa Celina- Pacífico.

Bety dice que de chiquita no quería ser nada cuando fuera grande, porque apenas terminó la primaria se puso a trabajar de niñera y nunca pudo pisar la secundaria. A los 15 años viajó desde su Santiago del Estero natal hacia la ciudad y empezó a trabajar en casas de familia. Ahorró unos pesos y se compró una camioneta para llevar a la escuela a los chicos del barrio. También tuvo un kiosco y una carnicería en Lomas de Zamora, hasta que un colectivero de la cabecera de enfrente de su negocio la avivó: en Plaza estaban tomando mujeres, si manejaba su camioneta podía trabajar de conductora. Y ahí fue Bety a mezclarse entre los hombres de la fila de postulantes, porque necesitaba un trabajo en blanco, con recibo de sueldo y aportes. Tenía entonces 26 años. El próximo 14 de diciembre cumplirá una década en el oficio.

El Grupo Plaza empezó a contratar mujeres conductoras en 1998. Llegaron a ser 40; ahora son 22, de entre 26 y 50 años, apenas el 1% del plantel, en el que hay 2.240 hombres. Están repartidas entre las líneas 140, 141, 114, 36 y 133. También hubo boleteras e inspectoras. Marcos Videla deberá andar por los 30 y pico y es el gerente de relaciones laborales de la empresa. En su oficina hay un cuadro de River, de la época cuando nadie imaginaba una campaña como la de 2009.

–Formamos una escuela de capacitación de conductores y pensamos que las mujeres merecían una oportunidad en este sistema recontra machista. Hicimos una prueba y nos dio buenos resultados. No había antecedentes y a partir de nosotros experimentaron otras líneas, pero no hubo continuidad. De todas maneras, no hay muchas presentaciones espontáneas, por más que yo ofrezca, la demanda no existe- dice Videla.

La crisis de 2001 marcó la excepción: la necesidad laboral de aquel entonces marcó el pico de conductoras mujeres.

Las primeras llegaron a partir de un aviso clasificado en el diario Clarín. Las seleccionadas debieron hacer un curso teórico de capacitación de 90 días, más otros 30 de práctica, idéntico al que hacen los varones.

El interés femenino por el oficio suele ser hereditario: las chicas que manejan colectivos de la empresa tienen o tuvieron algún familiar que lo hizo. Videla cita el ejemplo de Bárbara Santamaría, “una rubia muy bonita que podría haber sido modelo, pero se copó con el gremio por su papá”.

Por seguridad, la empresa evita asignarles los turnos de madrugada; solían, además, empezar manejando los colectivos del servicio diferencial, que ahora no existen. Todavía, dicen en las oficinas de Puente La Noria, no echaron a ninguna, y se ríen de la broma machista, por más que hayan pasado casi 11 años desde la incorporación de la primera mujer a la empresa.

Según el convenio establecido, el sueldo es igual al de los hombres: por una jornada de 7 horas 40 minutos, tienen un básico 3.448 pesos mensuales.

–¿Qué las diferencia de los varones arriba del colectivo?
–El trato con el pasajero, la mujer siempre es más cordial, es de tener más paciencia, que es algo natural en la mujer; en lo que respecta a los siniestros, están en igualdad de condiciones. Costó, pero después llegaron muchas felicitaciones a la línea de atención al usuario de transportes –responde Videla.

MUY BIEN DIEZ FELICITADO. Bety cuenta que si al principio los pasajeros hombres se resistían a la novedad de las conductoras, las mujeres, en cambio, las bancaron siempre. Tarda en recordar anécdotas, recién empieza a hacerlo a la altura de Flores. Habla de un compañero que las criticaba a sus espaldas, pero después cambió de opinión y pidió disculpas; de un adolescente que le dijo “es un orgullo viajar con una mujer”; de un señor que al bajar le comentó “el viaje con usted fue un placer”. Una vez se le acercó un muchacho y le ofreció dinero para que lo llevara a Mar del Plata en su auto, le dijo que pusiera precio, pero ella se negó. Y en otra ocasión subió un nene que, cuando la vio, exclamó: “¡Guachi guau! ¡Una mujer colectivera!”. La fue evaluando durante el viaje y al bajar le puso un diez.

Luego, Bety habla de la responsabilidad que siente al tener a cargo a los pasajeros:

–A los cinco días de empezar a manejar, tuve un roce en la parte de atrás del colectivo y pensé que me iban a echar. Tuve miedo, pero me dieron confianza y lo valoré mucho, por eso estoy muy agradecida con la empresa. Nunca pensé en renunciar, pero igualmente esto no es para cualquiera. Tenés que tener paciencia, son casi 900 pasajeros por día. Y todo lo que les molesta te lo dicen a vos.

Así, Bety contará que los pasajeros se quejan por el aumento del boleto, por la frecuencia de la línea, porque el colectivo que pasó antes no frenó, como si todo dependiera de ella. Pero también, dice, le suceden cosas lindas. Para la semana de la dulzura liga bombones; el Día de la Madre o de la Mujer halagos, ositos de peluche y otros regalos. Cuando sube un borracho, los pasajeros la cuidan y se encargan de bajarlo. Hasta se hizo amiga de una pareja que siempre viaja en sus horarios de trabajo y suele juntarse a comer con ellos.

PRIMERO LAS DAMAS. Los días de lluvia son los peores para manejar. Hay que tener mucha mala suerte para que te toque un diluvio en tu primer día de trabajo siendo mujer y manejando un bondi lleno de machistas. Eso le sucedió a Patricia. Dice que no sabía dónde meterse mientras escuchaba el murmullo de los varones del fondo: “Con ésta nos vamos a matar todos. ¿Para qué rompen con esta estupidez de poner mujeres ?”. Todavía cree que fue el peor día de su vida.

Durante un año y medio, Patricia sufrió el acoso de un pasajero, un muchacho de veintipico, técnico en computación, que se quedaba en el primer asiento por más que subieran ancianas o embarazadas. Bajaba en la terminal, esperaba y volvía a subir al lado de ella. “¿Qué te pasa? No la molestés que es mi amiga, no puede hablar con nadie más que conmigo, eh”, les decía a los que le preguntaban por alguna calle o parada. Una vez, se quiso boxear con un pasajero. Sabía los horarios de trabajo de Patricia y la dirección de su casa. Un día ella se cansó, no le frenó y siguió de largo. Él llamó a la empresa y la denunció. “Salió una persona manejando mi coche y él estaba en la calle, íbamos con mi jefe en el auto y lo marqué. Se bajaron los delegados y mi jefe. Uno de ellos se hizo pasar por mi marido, le pidió que no me molestara más y desapareció. Es la única historia fea que tuve arriba del 141”, cuenta.

Patricia es la conductora histórica de Plaza, por más que haya renunciado. Tuvo una industria propia y la perdió; lo mismo le pasó con su casa. Tenía 37 años, vivía en lo de su mamá y era separada con una hija. Durante tres años anduvo haciendo changas; llegó a manejar un remís, un taxi y pensó que nunca más le iba a ir bien en lo laboral. Una amiga le contó del aviso que pedía conductores de ambos sexos y creyó que era su oportunidad.

De 19 choferes contratados entre 680 postulantes, fue la única mujer. El día de la prueba final de manejo, cuando quien iba a evaluarlos preguntó quién empezaba, a todos los hombres que la rodeaban les agarró un repentino ataque de caballerosidad: “Primero las damas”, respondieron al unísono. Patricia subió al colectivo aterrada, pero cuando ya estaba contratada.

–¿Te gustaba manejar el bondi?
–Sí. Yo tuve una fábrica de sillas con 11 personas trabajando para mí. Si venías y me decías: “Te devuelvo la fábrica con todo lo que tuviste a cambio del trabajo de conductora”, por mi hija te juro que decía que no. Aprendí que hay otra forma de vivir, otros valores, no sólo correr detrás del valor monetario. Aprendí mucho ahí arriba.

ENTRE AMIGOS. Hace rato que Bety dejó atrás la autopista, los monoblocks de Villa Soldati y la cancha de Sacachispas, una zona donde hay que viajar con las ventanillas cerradas para evitar las piedras que anteceden a los robos. Baja por Eva Perón y empiezan a subir los pasajeros. En una esquina de Palermo, se detiene para que suba una señora mayor, aunque no hay parada: “Gracias, vos debés manejar muy bien, nena. Las mujeres somos insuperables en todo”, le dice la mujer. Más adelante, cuando se baja, la señora se acerca hasta la puerta y le grita: “Manejás muy bien, querida”. Otro pasajero le cuenta que al día siguiente tiene franco y que no volverá a viajar hasta el viernes. En el recorrido de regreso, el bondi ya está lleno y Bety pide con vos de mala que “vayan pasando para atrás, por favor, así puede subir más gente”. Un joven de gorrita se mira con una chica y ambos ponen cara de “qué quiere ésta”. De a poco le hacen caso. En Mataderos, un cuarentón le recrimina que hace un montón que no viaja con ella, al tiempo que cuenta que “conozco a tres conductoras: una morocha, una rubia y a Bety, la colorada. Ella es la que mejor maneja y la de mejor onda”.

Antes de que termine el viaje, Bety le preguntará al cronista si viajó bien. Le gusta recibir elogios.

–¿En general cómo es la respuesta de la gente?
–Los que viajan siempre ya se acostumbraron. Pero, en cada esquina, todos me miran. Me pasó que dos salteños me pidieron sacarme una foto porque nadie les iba a creer. Y hay mujeres que me preguntan dónde llevar un currículum. El otro día, escuché que un pasajero le dijo al otro: “Vas a ver lo bien que maneja la mujer esta”.

UN MUNDO DE 20 ASIENTOS. Cuando Patricia todavía trabajaba como colectivera, entraron a robar en su departamento. Se llevaron todo. A las pocas semanas, lo había repuesto. No había pedido un préstamo ni se había ganado una orden de compra en una casa de electrodomésticos: sus amigos, los pasajeros, los que había conocido manejando el diferencial, se habían juntado para comprarle lo que necesitaba.

Arriba del bondi también conoció a un hombre, se animó a aceptarle, después de varios viajes, la invitación a tomar un café, inició una relación, por más que haya devenido después en amistad y sólo eso. Hubiera sido una linda historia para una telenovela.

–Nunca me sentí tan querida y tan respetada. Era una alegría viajar, el recuerdo es impresionante. Formamos un grupo de gente hermosa, de juntarnos para las fiestas a comer un asado. Para los 15 años de mi hija, varios pasajeros pusieron plata y compraron una mesa de computación y vinieron a casa con flores y una tarjeta. Algunos trajeron a sus señoras a viajar, así me conocían, y las mujeres hicieron lo mismo con sus maridos. Éramos un grupo y me avisaban “Pato, no me esperes que mañana no viajo”, y yo avisaba “mañana no me esperen que es mi franco”.

Cuando renunció, no quiso avisarle a nadie. El médico le aconsejó dejar el trabajo por un problema de salud; ahora organiza eventos y alquila barras a domicilio. “El último día, me bajé de un 0 km y empecé a recordar cosas, de la batatita con la que arranqué. No me dolió por el trabajo en sí, sino por mis compañeros. Se enteraron cuando dejé de ir y pensaban que era una joda; me llamaron, prometí volver, pero todavía no puedo. Extraño ese cariño, sentí que fue algo especial. Fui una privilegiada de la vida”, dice, por si quedaba alguna duda de que se puede ser feliz yendo y viniendo en bondi.

LA LUCHA DE UNA SALTEÑA POR SER CHOFER. Mirtha Sisnero es una salteña que quiere ser chofer de colectivo. Rindió bien todos los exámenes, demostró estar apta para ejercer la profesión, pero ninguna empresa de la capital provincial le da trabajo. Sus reclamos empezaron en 2007 y, ante la negativa sistemática, llevó el caso a la Justicia. A través de la defensora civil Natalia Buira se presentó ante el juez de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial Sala Quinta, Mario Ricardo D’Jallad, para solicitarle que “ordene a los demandados (las empresas locales) el cese de la discriminación por razones de género, que se traduce en la no incorporación de choferes mujeres en el transporte público de pasajeros”. Su causa también fue apoyada por el Instituto Nacional contra la Discriminación. Verónica Spaventa, representante del INADI en Salta, presentó ante el juez D’Jallad, un “amicus curiae”, recurso que permite aportarle al juez argumentos para resolver el caso. Ahora, Sisnero está en periodo de prueba. Tal vez logre algún día poner primera y subir a sus primeros pasajeros.

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho su blog esta es mi tienda.
    vibradores

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  2. Si pueden volar aviones de caza, tienen que poder manejar "Bondis." Elemental, Watson...

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